Cuando pensamos en literatura rusa nos referimos a los nombres de Tolstoi, Pushkin, Gorki, Chejov, Turguénev, Mayakovski, Shólojov, Dostoyevski y Gógol, y poco hablamos de otros grandes escritores rusos que deberían tener un lugar preferente en la literatura mundial. Tal es el caso del escritor soviético Konstantin Pautovski, bien conocido en su época y nominado en una ocasión al Premio Nobel de Literatura que, en cambio, sí fue entregado a su compatriota y contendiente Mijaíl Shólojov.
En años posteriores fue postulado nuevamente, pero la Academia Sueca rechazó su candidatura porque “al Comité le gustaría enfatizar su interés en esta propuesta para un escritor ruso; pero por razones naturales, debería dejarse de lado por el momento”.
Pero la verdadera razón por la que se le negó el Premio Nobel fue que era un escritor de manifiesta ideología socialista; y que la Academia Sueca actuó, como en otros casos, con base en las preferencias políticas de sus miembros activos.
De entonces a la fecha, la obra de Pautosvski se llenó de polvo; y la actriz alemana Marlene Dietrich, conmovida profundamente por tal suceso, reconoció: “No estoy segura si es famoso en América, pero algún día será descubierto” para exaltar la alta calidad de sus textos.
Es por ello que la Editorial Esténtor, en un esfuerzo por rescatar obras escritas con gran talento y provistas con lecciones de humanismo, además de que sean conocidas y disfrutadas en México, tuvo el acierto de publicar su novela Relatos del norte. Esta obra entreteje magistralmente tres épocas definitivas de la historia de Rusia: el zarismo, que vivió la revuelta de los decembristas; la Revolución de Octubre, con el ascenso de los bolcheviques al poder, y la construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Junto a alférez Bestúzhev, de Ana y del soldado Schedrín, el lector encontrará en esta obra una imagen física, espiritual y psicológica realista del pueblo ruso, así como su creatividad y sus apetencias de libertad, y cierta autonomía con intereses extraños a Rusia.
El sentimiento que más predomina en la novela está resumido en estas palabras del alférez Bestúzhev: “Yo sé, y lo mismo que yo debes saberlo tú, que llegará el día de ajustar todas las cuentas. Nuestros sufrimientos y nuestra muerte golpearán en los corazones con fuerza angustiosa. El desdén por la felicidad del pueblo será considerado el más vil de los crímenes. Todo lo ruin será reducido a polvo y la dicha del hombre se convertirá en la más sublime misión de los tribunos, los jefes y los militares del pueblo. Pienso en esos tiempos y envidio a las bellas mujeres y a los hombres valerosos, cuyo amor florecerá bajo el cielo de un país alegre y libre. Los envidio y desde el fondo de mi alma les grito, como gritan los presidiarios desde sus tétricas celdas: ¡No nos olviden ustedes, que son felices!”.
De ahí que Relatos del norte fuera reconocida, en su tiempo, como emblemática de las personalidades heroicas. Con seguridad, esta bellísima creación de la literatura soviética, relegada por quienes pregonan el laissez faire, laissez passer (dejar hacer, deja pasar) y el you only live once (solo vives una vez), toca la sensibilidad de las personas que buscan o encuentran figuras y expresiones en la literatura orientadas a proponer la construcción de una sociedad distinta a la que hoy existe.
Por último, quiero agregar que, así como en el pasado negaron a Pautovski la oportunidad de que su obra fuera conocida en el mundo no soviético, incluso se hizo un esfuerzo decidido por relegarlo en los anales de la literatura; hoy vemos nuevamente cómo los grandes pensadores, científicos, escritores y artistas rusos son víctimas del ostracismo al que intenta reducirlos el imperialismo mundial.
De seguir por este camino, el mundo occidental insistirá en mostrar su verdadero rostro: el del sectarismo, el unilateralismo y la negación de la otredad. En el pasado reciente, esta actitud comenzó con la prohibición de que atletas rusos participaran en competencias deportivas; y puede verter, como en la época de Adolfo Hitler y los nazis, en la veda de conciertos de músicos como Tchaikovsky y de cátedras de literatura rusa y en la quema de libros.
Por todo eso y por la exaltación de los valores humanos que hicieron grande y victorioso al pueblo ruso, el rescate de la obra de Pautovski resulta doblemente meritoria y oportuna en una época de crisis, que el imperialismo occidental pretende confundir y ensombrecer más.
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