Las flores del desierto es lo que Lenin definía como “literatura de partido” al hablar de Máximo Gorki, pues no pretende ser solamente una novela que cuente una historia (trágica o no) llevando al lector al clímax y luego a la catarsis cuando se resuelve el dilema de la obra. En ella, veremos una clara invitación a la revolución, pero no (o no sólo) en el sentido que se le da actualmente a la palabra, sino revolución en su sentido más estricto, esto es: “un cambio profundo en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”.
La novela se ambienta en el año 2017, fecha determinante para México: se acercaban las elecciones de 2018, en las que el PRI perdería nuevamente la presidencia para dar paso a un partido de reciente creación, pero con un candidato ya muy conocido por los mexicanos, por haber contendido antes en dos ocasiones: Andrés Manuel López Obrador. Los ánimos en todo el país estaban exacerbados y divididos entre quienes creían que AMLO era la solución a todos los problemas de México y quienes veían claramente la farsa detrás del discurso seudoizquierdista de López Obrador. Asimismo, la obra se desarrolla en Sonora, estado mexicano característico por contar con una amplia población indígena yaqui, marginada como muchas de las poblaciones indígenas del país; Sonora se distingue, además, a diferencia de varios estados del sur, por ser un gran estado productor (de los más ricos del país), generando dentro de su sociedad lo que sucede en todas las sociedades capitalistas: desigualdad económica y una brecha social muy grande entre los muy pocos ricos y los miles de pobres.
Es importante conocer el contexto de la obra, porque influyen en el desarrollo de los acontecimientos. Asimismo, no está de más mencionar que, aunque la novela es una pieza de ficción, muchos de sus personajes y de los hechos ahí narrados sucedieron en la realidad, algunos novelizados por el autor y otros narrados tal cual los hechos. Las flores del desierto se despliega en sus páginas a través de tres personajes que convergen en el desarrollo de la historia. Tenemos, por un lado, a Rafael Moroyoqui, hombre joven que ha llevado una dura vida: nacido en la total miseria, tuvo que trabajar desde niño, junto con sus hermanos y su madre, para tener algo que llevarse a la boca; ya a tan corta edad, manifestaba repudio por quienes los despreciaban por ser pobres y un deseo inconmensurable por cambiar su suerte y la de los suyos. Pero la vida, que se dirige a veces por caminos pedregosos, lo llevó a involucrarse con “la maña”; sin educación, sin trabajo y sin posibilidades de superación, creyó en el discurso de you only live once (sólo vives una vez) y se involucró con policías corruptos y miembros del crimen organizado. La novela arranca con Rafael escapando de sus captores y nos presentará todo su viaje hacia la reivindicación, que comienza cuando conoce a Charo, líder de los trabajadores de Puerto Libertad y con quien Rafael descubrirá una forma nueva de vivir y concebir su existencia.
Nos presenta, también, a Jorge Valenzuela, joven estudiante yaqui que sufre la discriminación y el racismo, no sólo en la universidad, donde algunos profesores tienden a tratarlo como un ser inferior, sino en su vida diaria, siendo víctima del perfilado racial. A pesar de ello, es un joven que tiene inmenso interés por superarse intelectualmente, superación que compagina con los hechos, trabajando de cerca con los sonorenses de zonas marginadas para ayudarlos a salir de su atraso, mediante gestiones ante el gobierno o luchas incansables, dado que tiene la firme convicción de que unidos y organizados, los discriminados y marginados de siempre podrán cambiar su suerte. Jorge aprenderá, a través de Mariana, una estudiante de su curso, a ser tolerante y a comprender que nunca sobrarán manos en la lucha por la construcción de un mundo mejor.
El tercer hilo conductor de la novela es Arturo Benumea. Arturo es padrino de Rafael y a pesar de haberle perdido el rastro y no saber la gravedad de los crímenes de su ahijado ni la peligrosidad de sus captores, decide darle refugio y comida, prometiéndole ayudarlo a escapar del estado cuando las condiciones fuesen más propicias. Arturo encabeza, junto con otros ejidatarios, la lucha contra terratenientes que buscan quitarles sus tierras a la mala, mediante triquiñuelas legales, ejidatarios comprados o inexistentes en los documentos oficiales y la violencia, embozada o descarada.
La vida de estos personajes se entretejerá en el desenlace de los acontecimientos, en el que todos jugarán un papel preponderante en la lucha contra los abusos hacia el pueblo mexicano. Tangencialmente, quisiera señalar que los personajes que con su pluma dibuja el autor no son, ni por asomo, el típico héroe hollywoodense que no tiene absolutamente ningún defecto, que es perfecto por dentro y por fuera. No. Rafael, Jorge, Arturo, Charo y Mariana, y con quienes se cruzan en el camino, son amasijo de experiencias, resultado de su contexto socioeconómico y de sus condiciones de vida y desarrollo. Pero, lo que sí podremos encontrar en cada uno de ellos es ese fervor por defender a los suyos, por sentir en carne propia el sufrimiento ajeno y dedicar su vida, corta o larga, poca o mucha, a una causa superior a sí mismos; es eso, precisamente, lo que los hace héroes.
Por todo lo descrito, y mucho más que el lector podrá descubrir al leer la obra, recomiendo enormemente Las flores del desierto, del escritor novel Héctor Enciso Carrillo, pues es una lectura que no sólo entretiene, sino que nos da la oportunidad de acercar la lupa a nuestros problemas nacionales, a través del ojo literario, para señalarnos que la única solución para la emancipación de todos trabajadores mexicanos es la organización en un solo torrente de vigor que cambie de raíz la estructura sobre la que se asienta nuestra sociedad. Lean, pues, Las flores del desierto.
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