En México es necesario e importante hablar de literatura. No sólo porque es un vehículo para transmitir los sentimientos, pensamientos y valores del hombre, sino porque los pueblos cultos son pueblos críticos, exigentes, que saben respetarse a sí mismos y saben exigir respeto a sus gobernantes, de manera que todos ellos cumplan el papel que les corresponde.
Desgraciadamente, no podemos decir el pueblo mexicano sea un pueblo lector; los mexicanos no tienen como hábito la lectura. Pero no leemos no porque seamos refractarios de la cultura y las artes, sino porque en México no hay una política educativa que le enseñe al mexicano el galano arte de leer.
Yo soy de quienes creen que los pueblos pueden aprender, se pueden educar, se pueden elevar sobre su pobreza espiritual y material y llegar a ser realmente grandes. Y, ¿cómo vamos a lograr eso? Acercándonos a los libros, pues es en la elevación poética del hombre donde se encierran todos los sentimientos, las emociones, las efusiones y todo lo que piensa, cree, ama, quiere y sueña.
La buena literatura hace al ser humano sensible ante la vida y ante el dolor humano. Por eso, los mexicanos necesitamos salir de nuestra ignorancia y comenzar a degustar los buenos platillos literarios, pues sólo por esa vía podremos convertirnos en un pueblo crítico y demandante de una sociedad mejor.
Por eso, es necesario que leamos Literatura y libertad, porque nos da una acercamiento a la literatura que ha producido el mundo y nos muestra cómo ésta moldea y nos cambia como seres humanos, haciéndonos más sensibles, menos ajenos y más dispuestos a luchar por transformar nuestra sociedad en una mejor para todos.
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