Canten, soñadores diferentes, canten con el alma, denle alas a su corazón y no dejen
de cantar; retornen a sus raíces, rescátenlas y reprodúzcanlas. Hagamos de
México lo que fue en el pasado siglo en materia cultural y artística.
Es un placer para mí recomendar La música popular mexicana, del ingeniero Aquiles Córdova Morán, porque considero que este libro es una verdadera joya en el lago de literatura de baja calidad en el que nadamos actualmente.
Esta obra es un merecido homenaje a los cantantes, autores y compositores de nuestra música mexicana, tanto de la popular como de la clásica. En una época en que ya los jóvenes no conocen el legado de hombres como Guty Cárdenas, Miguel Aceves Mejía, Joaquín Pardavé, Alfonso Ortiz Tirado, Cuco Sánchez o Tata Nacho, y menos aún de El Jibarito, Severiano Briseño, Abundio Martínez, Ángela Peralta, Silvestre Revueltas o Juventino Rosas, La música popular mexicana los coloca nuevamente en la palestra, reconociendo lo mucho que hicieron por el desarrollo de la cultura en nuestro país y de nuestra identidad como mexicanos: por ejemplo, cómo fue que los bellísimos boleros de Agustín Lara y las rancheras de José Alfredo Jiménez sirvieron de dique contra la dominación de los ritmos estadounidenses en territorio mexicano.
En ese sentido, el libro tiene un componente todavía más importante: analiza a la música popular desde el contexto histórico de México. ¿Cómo surgió el gran Agustín Lara? ¿O músicos juglares que le cantaban al pueblo, registrando en sus letras la vida del México revolucionario? ¿O músicos tan excelsos, que lograron combinar magníficamente, la música popular con la música de concierto, como Silvestres Revueltas, Manuel M. Ponce y José Pablo Moncayo (con su mundialmente aclamado Huapango)? El autor deja claro que estos genios musicales fueron producto de la casualidad, sino que fueron hechura de su época, de sus condiciones y de la situación económica, política y social por la que atravesaba México.
Además, como ya bosquejaba párrafos arriba, todos estos grandes compositores y músicos mexicanos, a su manera y a través de su arte, crearon, por muchísimos años, una barrera que protegió a México de la dominación cultural extranjera, que le permitió convertirse en un verdadero productor de arte de calidad; sus películas, sus canciones, sus actores, intérpretes y compositores aún se recuerdan en el mundo como los grandes representantes de un México que prometía esplendor y gloria.
Pero eso ha pasado ya. Hoy, completamente dominados por la música estadounidense y los ritmos extranjeros, los mexicanos hemos olvidado a nuestros grandes representantes de la música mexicana y, con ellos, hemos relegado nuestra propia historia; los boleros, las canciones rancheras y las canciones románticas, la trova y el corrido son ahora “música para viejitos” o “música aburrida y poco moderna”; nos hemos ensordecido con la música de tamborazos y baterías, con los sonidos del DJ y con las canciones pop que muestran mujeres y hombres desnudos. Ya no saboreamos, ya no paladeamos los buenos ritmos y nos dejamos obnubilar los sentidos con música que apela a nuestros más primitivos y animales instintos.
Sin embargo, el autor –estudioso científico de la realidad y, como resultado, visionario de hacia dónde debemos caminar para elevarnos verdaderamente como seres humanos integrales– no se queda en la explicación de las causas y el problema que acosa a la música (y al arte en general) hoy en día, invita al pueblo mexicano no sólo a que recupere a sus grandes artistas, sino, primordialmente, a que los vuelva a cantar, a que retome los valores de los compositores de antaño. Es una invitación necesaria porque, junto con la masificación de la música como mercancía, el ser humano se ha convertido en un ente pasivo, se le ha educado solamente para escuchar la música, ya no para cantarla, ya no para sentirla, ni para vivirla ni comprenderla, solamente para escuchar y lanzar su dinero a las grandes producciones de espectáculos que se montan con los artistas pop del momento.
La música popular mexicana es, en síntesis, además un homenaje a nuestros grandes compositores y cantantes, un esfuerzo que invita al lector a compenetrarse de y a volver a cantar la música mexicana, la música que hizo historia por su belleza, con la intención de recuperarla para el pueblo. Asimismo, es un llamado a que impulsemos el desarrollo de la cultura en México, que actualmente se encuentra estancada, para que evolucione y vuelva a dar frutos tan ricos como los de antaño.
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