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Foto del escritorLibia Carvajal

Poesía para transformar el futuro

Recientemente, tuve la oportunidad de hablar, junto a su autor, del poemario Vestigios, libro del joven y novel escritor Gerardo Almaraz. Editorial Esténtor tuvo la oportunidad de participar en una pequeña presentación de la obra en el marco de la Feria del Libro de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), una universidad que tiene mucha historia, historia ligada a los movimientos estudiantiles, la represión del Estado y lo que pueden lograr los mexicanos si se unen en la lucha de mejores condiciones. Gerardo es el claro ejemplo de ello. En otro momento, en la entonces Escuela de Agricultura Chapingo (ENA), las posibilidades de que un estudiante oaxaqueño de bajos recursos pudiera ingresar a una escuela de tanto prestigio eran mínimas; las modificaciones que se lograron al convertir a la ENA en UACh fueron las que permitieron que Gerardo, como muchos otros jóvenes, pudieran adquirir una educación de los más altos estándares de calidad. 

     Me detengo un poco en narrar esto porque, como el mismo autor reconoce, previo a su ingreso a Chapingo no tuvo ningún acercamiento con la poesía, las bibliotecas de su pueblo estaban cerradas y las librerías eran escasas. Fue en Chapingo y fueron sus profesores quienes lo iniciaron en el mundo de la poesía, quienes le desarrollaron el gusto por la escritura y por expresar bellamente, en versos y estrofas, lo que llevaba en su alma. Por eso, vaya mi reconocimiento a la Universidad Autónoma de Chapingo por esta excelente labor en acercar la cultura a los jóvenes y por otorgarnos un espacio para difundir los títulos de nuestros autores. 

     Me ocupo ahora de la obra. Vestigios es el primer libro de poesía de Gerardo Almaraz. Es un poemario crudo, en desarrollo, que comienza apenas a enraizar en su fuente de creación e inspiración, pero que ya evidencia desde sus primeras páginas el evidente contenido social que lo imbuye. 

     Toma extractos de la vida cotidiana del mexicano (que, valga decir, en muchos aspectos no debería ser cotidiana) y los convierte en poemas descarnados que desnudan fríamente nuestra realidad: el padre que ha perdido a su hija a mano de la violencia a cada momento más desatada contra las mujeres; la vida casi fantasmal de las ciudades asoladas por las guerras del narcotráfico; la migración cada vez más incontenible, tanto al interior como al exterior de nuestras fronteras; la muerte, que ha hecho de México sus dominios y se pasea sin restricción alguna; el dolor constante en que viven los que pierden a un ser querido a causa de la violencia; la explotación y la pobreza del trabajador mexicano. Comparto unos versos: 

 

Ante tanta cólera que gira alrededor,

llorar

(¿alma de la furia?)

aqueja, mira con odio y rabia,

mientras en sus manos

cuenta los huesos de sus hijos muertos,

uno

a

uno

con el mismo amor

con que contaba los dedos

de su recién nacido.

(…)

 

Un cadáver en la noche podría ser el mío,

pero otro es enterrado ahora.

 

(…)

 

La tierra llora a la una de la madrugada

mientras una mano mecánica tala los árboles.

 

Es triste cuando nada puede detenerlos:

una cicatriz se abreva para abrazar ese cuerpo sin nombre.

 

     En sus cortas páginas se retrata, como si de un espejo se tratara, al México enfermo de hoy, al México carente, feminicida, desigual, violento. Del esplendor de lo que fuimos sólo quedan, como dice el poeta, vestigios. Por todo lo anterior, considero importante recomendar este libro, porque condensa en pocos versos el sufrimiento del pueblo mexicano, y de sus páginas sale un clamor desesperado de cambio, transformación que sólo puede ser posible mediante la unión de todas las conciencias por la creación de un mejor país. 


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